Todas pasamos por un momento difícil más tarde o más
temprano. La clave es si decides pasar sola por ellos o recurrir a la gente que
te quiere.
Nuestros seres queridos van a apreciar el hecho de que
contemos con ellos para acompañarnos, ayudarnos o escucharnos y así
demostrarnos su cariño y su amor.
Además, la decisión de pedir ayuda puede hacer que nos
sintamos más fuertes para poder afrontar y sobrellevar la situación en
cuestión. También podremos ver nuevas formas de resolverlo ya que nos ayudarán
a abrir la mente.
Otras veces es algo sencillo como delegar el trabajo en
otras personas, colaborar o aprender con otra gente y unir fuerzas y cualidades.
De esta manera puedes conseguir un resultado más eficaz y rápido.
A veces se trata de no ser tan exigentes ni perfeccionistas.
Desde el momento en que nacemos necesitamos que otros nos
ayuden y lo pedimos sin problemas hasta que empezamos a tener miedo a ser
rechazados por el resto. Según vamos creciendo cometemos el error de pensar que
pedir ayuda es un signo de fracaso y de debilidad.
Pedir ayuda, es realmente un signo de amor hacia ti misma. Somos
valiosas sin ser perfectas. Es imposible saberlo todo y no parar a descansar en
ningún momento.
A veces las personas no queremos arriesgarnos a sentir un
malestar, sensaciones de rechazo o recibir alguna crítica, y nos acostumbramos
a no pedir ayuda.
Es una lástima no permitir que otros nos regalen su amor, su
saber, su cariño y sus capacidades.
Lo ideal sería aprender a amarnos de tal forma que no veamos
a los otros como competidores sino como compañeros de la vida. Colaborar y
jugar al juego de la vida compartiendo, colaborando y disfrutando al máximo.
Y por último, no olvides, que pedir ayuda es un signo de
amor hacia nosotras mismas.
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