viernes, 1 de septiembre de 2017

EL VACIO INTERIOR


No podemos negar que somos como “árboles” que necesitamos ramificarnos para completar nuestra condición de seres humanos y crecer, pero si ese crecimiento hacia afuera queda en lo superfluo y no genera un cambio interno – mental, afectivo y orgánico – será una expansión sin sentido, y nunca llenará ningún vacío. En épocas donde los estímulos externos son tantos, y cada uno tiene millones de opciones para elegir llenar sus tiempos y espacios de ocio y de placer, suele haber, sin embargo, una gran falencia imposible de ignorar: sentirse vacíos. Esta sensación varía entre las personas, pero podríamos describirlo como una insatisfacción, frustración, que nunca termina de solucionarse.
Por un lado es la búsqueda constante de algo que nos complete, lo que nos lleva a sentir ese vacío. Por otro lado, la gran cantidad de opciones, ofertas, estímulos, distracciones provenientes del exterior nos obnubilan y en algunos casos hasta atormentan sin permitir hacer un parate en nuestras vidas y ponernos a pensar y reflexionar sobre qué es lo que realmente nos traería esa “paz” que necesitamos. La vida es búsqueda constante, y eso es una gran ventaja. Sin embargo, también confundimos esa llama que nos alimenta a la vida con el placer, y no es totalmente válido porque solemos perder la dirección.
LA BÚSQUEDA DEL PLACER
Muchas personas depositan sus expectativas de completitud y felicidad plena en otros, creen que cuando encuentran pareja, logran un puesto laboral importante, tienen dinero, etc. esa sensación de vacío interior se irá.
Y no es así, por eso debemos conocernos, estar solos para escucharnos, reflexionar sobre quiénes somos, qué deseamos, qué necesitamos cultivar en nuestro interior para crecer y expandirnos. ¿Y qué es lo que debemos aprender para no sentirnos vacíos? Esa respuesta es interior, por ello todas las filosofías, religiones y doctrinas del mundo sólo pueden ser guías, darnos momentos de lucidez y encaminarnos hacia la realización, pero el camino de aprendizaje es personal y requiere silencio, sacrificio y perseverancia en el trabajo experimental porque sólo así se puede lograr estar plenos y felices. Las técnicas orientales tienen una “fase” llamada Santosha que significa contentamiento, es la práctica de estar contentos. Viviendo en el tiempo presente, olvidando el pasado, dejando las ensoñaciones sobre el futuro, manteniendo las energías del complejo mente-cuerpo para el momento presente. Krishnamurti, en su texto “La libertad interior” se refiere al placer como la máquina que nos activa, pero que también nos frustra:
“Sabemos lo que es placer: contemplar una bella montaña, un hermoso árbol, la luz en una nube perseguida por el viento a través del cielo, la belleza del río con su corriente límpida. Es grande el placer cuando se observa todo esto o se ve el bello rostro de una mujer, de un hombre o de un niño; y todos conocemos el placer que viene por el tacto, el gusto, la vista o el oído. Y cuando ese intenso placer está alimentado por el pensamiento, entonces surge la acción opuesta, es decir, la agresión, la represalia, la ira, el odio, nacidos del sentimiento de no poder lograr ese placer que perseguimos. De ahí el temor, también bastante obvio si lo observamos”.

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