Cruzar los dedos es uno de los gestos más frecuentes para
quienes buscan atraer la suerte, pedir que se cumpla un deseo o, en el caso de
vernos obligados a prometer algo que no pensemos cumplir. Pese a que la mayoría
de nosotros lo haya utilizado en más de una ocasión, con mayor o menor
esperanza de éxito, lo cierto es que su origen resulta tan confuso como
incierto, lo cual no ha impedido que este pequeño gesto se convierta en uno de
los más extendidos del mundo.
El gesto en sí de los dedos se supone que representa una
cruz, la cual alejaría las malas influencias y la mala suerte en sí, pero
ocurre que esta tradición es pre-cristiana, remontándose a tiempos muy
anteriores a la aparición del catolicismo, religión que por otra parte
condenaba este tipo de supersticiones. Según la tradición romana, se creía que
protegiendo el pulgar bajo los demás dedos se podía ahuyentar a los malos
espíritus, quizá esto derivase en el actual cruce de dedos, aunque no se sabe a
ciencia cierta.
Otra tradición anterior al cristianismo nos habla de que, si
dos personas enlazaban sus dedos índices en forma de cruz, podrían pedir un
deseo que sería cumplido, representado con ello la unión de ambas mentes en la
consecución de un mismo objetivo. Esta costumbre ha sido simplificada a través
de los siglos, dándose por válida incluso aunque lo realice sólo una persona.
También hay quien
atribuye la invención de este gesto a los miles de africanos que fueron
llevados a América como esclavos, y que terminaron por convertirse al
catolicismo. La teoría dice que el cruzar los dedos era la única forma que
tenían de santiguarse mientras llevaban puestas las cadenas, formando una cruz
para poder alzar sus plegarias.
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