Sonríe, que todos sepan que eres más fuerte que ayer.
Levanta el rostro y dibuja esa sonrisa que tu expresión merece y que tu corazón
te pide. Porque si la vida es actitud vale la pena vestirse con el gesto más
digno y más hermoso, ese que contagia emociones y que nos obliga a reiniciarnos
por dentro para seguir avanzando.
Por ello, cada sonrisa que nos regalamos a nosotros mismos y
al propio mundo es como un perfume sutil, como un himno a la superación
personal y a ese coraje con el que aceptar todo lo vivido, todo lo superado,
todo lo que uno es. La sonrisa es la celebración del propio ser y nuestro
mecanismo más afinado para conectar con los otros; de ahí que este gesto gane
autenticidad cuando se corresponde con una expresión sincera.
No podemos olvidar que aunque exista magia en muchas de las
sonrisas que vemos cada día, lo que hay de verdad tras todas estas hermosas
expresiones son historias. Te proponemos reflexionar sobre ello.
Sonreír de por sí no soluciona todos los problemas, lo
tenemos claro, sin embargo mejora el ánimo y nos prepara para la acción. De
nada sirve dejarnos avasallar por ese indefinible malestar, de poco sirve
rendirnos cuanto tenemos tantos mecanismos con los que salir victoriosos de
nuestros laberintos personales.
Por ello, la próxima vez que sientas al mal humor llamar a
tu puerta, tal vez te sea de utilidad esta estrategia básica a la vez que
catártica:
Coge aire durante 5 segundos.
Retén ese aire durante durante 7 segundos.
Exhala durante 9 segundos.
Levanta el ceño todo lo que puedas durante 5 segundos
mientras vuelves a tomar aire y a exhalarlo.
Ahora, sonríe.
Para concluir, la mayoría de las veces la alegría es la
fuente de la sonrisa, pero en otras ocasiones, es el propio acto de sonreír es
el que nos infunde calma, motivación y bienestar. Hagamos uso de este poder que
siempre está a nuestro alcance.
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